Swami nos explica la divina presencia de Jesús en nuestra vidas

Jesús y Sai Baba

Divino discurso por Navidad en Prashanti Nilayam dado por Bhagavan Sri Sathya Sai Baba del 25/12/78:

Jesús fue un Karanma-janma, un Maestro que nació con un propósito: restablecer el amor, la caridad y la compasión en el corazón del hombre. No tenía ningún apego al yo, nunca le prestó atención a la tristeza o al dolor, a la alegría o a la ganancia; tenía un corazón que respondía al llamado de la angustia. Anduvo por la Tierra predicando la lección del amor. Su vida fue una ofrenda por la elevación de la humanidad.

Como la mayoría de los buscadores, él primero buscó a la Divinidad en el mundo objetivo, pero pronto se dio cuenta de que la naturaleza es un cuadro caleidoscópico creado por la propia imaginación, y buscó a Dios dentro de sí. Su estadía en los monasterios de los Himalayas, en Kashmir y otros centros de ascetismo e indagación filosófica de Oriente, expandió su conciencia. Después de regresar del Oriente, su afirmación de que era un mensajero de Dios cambió a la de que era el hijo de Dios.

El vínculo se fortaleció: el ser ya no era alguna luz o entidad distante, la luz se volvió una parte del ser. Cuando predominaba la conciencia del cuerpo, era un mensajero. Con la conciencia del corazón en ascenso, se sintió cercano y querido, y así, en esta etapa, el vínculo padre-hijo parece natural. Después, a medida que se afirmaba la conciencia del Atma, Jesús pudo declarar: «Yo y mi padre somos uno».

Estas tres etapas pueden describirse como: “Yo estoy en la luz, la luz está en mí y yo soy la luz”. Pueden compararse con las etapas de Dvaita, Vishistadvaita y Advaita descritas en la filosofía hindú. La etapa final ocurre cuando desaparece todo rasgo de dualidad. Ésta es la esencia de todas las enseñanzas y disciplinas religiosas.

Jesús fue honrado por el pueblo como Cristo, porque en sus pensamientos, palabras y acciones no encontraron ningún indicio de ego. No tenía ni envidia, ni odio; estaba lleno de amor y caridad, humildad y benevolencia.

El mismo nombre, Jesús, no es original. A él lo llamaban ISA, que al invertir las letras se convierte en Sai. Isa o Sai, ambos significan Isvara, Dios, el Eterno Absoluto.

En el manuscrito tibetano del monasterio donde Isa vivió algunos años, el nombre está escrito como Issa, que significa el Señor de todos los seres vivos.

Cuando Jesús proclamó que era el mensajero de Dios, lo que quería enfatizar que cada uno es un mensajero de Dios y que tiene que hablar, actuar y pensar como tal. Jesús declaró que cuando se progresa en este sentido, cada uno puede reconocer a todos como hijos de Dios, hermanos y hermanas de uno mismo y que por eso se deben adorar.

El cumpleaños de Jesús debe ser celebrado por toda la humanidad, porque esos Karanma-janmas pertenecen a toda la raza humana; no deben ser limitados a un solo país o una sola comunidad. Jesús encontró que los eruditos y los ritualistas habían oscurecido la verdadera religión. Se dedicó a la enseñanza de la espiritualidad y la moralidad, porque la educación es la luz misma de la vida. Jesús encontró que la gente andaba en busca de cuentas de vidrio imaginándose que eran diamantes. Visitó los lugares sagrados y descubrió que se habían convertido en mercados donde la gracia estaba siendo negociada y comercializada. Condenó al sacerdocio que toleraba y alentaba estas prácticas. Por todo esto atrajo la ira de los jefes de los templos y monasterios. Ellos tentaron a uno de sus discípulos de Jesús con treinta monedas de plata, para que lo traicionara y lo entregara.

A los gobernantes romanos les dijeron que Jesús estaba intentando hacerse pasar por rey y que debía ser castigado por traición. Su insistencia hizo que el gobernador ordenara su crucifixión. Cuando lo estaban clavando en la cruz, Jesús escuchó la voz del Padre que decía: “¡Toda vida es una, mi querido hijo! Sé como todos”, y pidió que los que estaban crucificando fueran perdonados, porque no sabían lo que estaban haciendo. Jesús se sacrificó por el bien de la humanidad.

Los villancicos y las velas, las lecturas de la Biblia y las pastorelas no son suficientes para celebrar el nacimiento de Jesús. Él dijo que el pan comido en la última cena era su cuerpo y que el vino era su sangre. Quiso decir que todos los seres vivos con cuerpo y sangre debían ser tratados como él mismo y que no se hiciera ninguna distinción entre amigo o enemigo, nosotros y ellos. Todos son su cuerpo, sostenidos por el pan; cada gota de sangre que fluye en las venas de todo ser humano es suya, animada por la fuerza que el vino le infunde. Esto quiere decir que todo hombre es Divino y tiene que ser venerado como tal.

Ustedes trabajan como mensajeros o siervos; después, ustedes adoran igual que un hijo adora a su padre y, finalmente, logran la sabiduría de que ustedes y Él son uno. Ése es el camino espiritual, y Jesús enseñó el camino en términos precisos.

Extraído de Mensajes vol: X

Om Sri Sai Ram